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Egyptian Tourist Authority


Los antiguos egipcios la llamaban simplemente «Niout», la ciudad. Homero le dio el nombre de «Ciudad de las cien puertas». Vivant Denon, que acompañaba a las tropas de Napoleón Bonaparte, escribió: «La ciudad era un espectro tan inconmensurable para nuestra imaginación que el ejército napoleónico, ante la vista de sus ruinas dispersas, se detuvo en seco. En un acto espontáneo, nos pusimos todos a aplaudir.»


Luxor, la Ciudad de los Vivos
En los tiempos de esplendor de Menfis, Tebas no era nada. Nada, salvo una pequeña aldea. Fue Mentuhotep (Imperio Medio, 2061-2010 a.C.), rey tebano y artífice de la unificación del Bajo y del Alto Egipto, quien hizo de Tebas la capital del Imperio. Tebas destronó así a la meridional Menfis, carcomida por las luchas intestinas. La nueva capital vivió su apogeo durante el Nuevo Imperio, dotándose de grandiosos monumentos. A partir del reinado de Tutmés III (1484-1450 a.C.), quien gobernara Tebas extendía su autoridad hasta las orillas del Éufrates al norte-este, al este hasta los confines de Libia, al oeste y al sur hasta Sudán.La margen derecha, donde se encuentra Luxor hoy en día, era la ciudad de los vivos, enteramente consagrada a Amón, oscura deidad local promovida al rango de dios principal en lugar de Ra. Los sacerdotes de Amón acumularon tal omnipotencia que no se les escapaba nada que tuviese relación con el poder. Amenofis IV (1372-1354 a.C.) lo comprobó en carne propia, cuando decidió abandonar a Amón y al panteón de los dioses por el culto monoteísta de Atón. Tras la muerte del faraón, y una vez destruida la ciudad de Tell el-Amarna dedicada al nuevo culto, los servidores de Amón se encargaron de restablecer el poder del dios… y por consiguiente el suyo.Más allá de sus conquistas y sus guerras contra los pueblos enemigos –hititas y libios, entre otros–, los sucesivos faraones, considerados como encarnaciones divinas y venerados como tales, intentaban asegurar su grandeza y posteridad. Para ello, se encargaron de ampliar y embellecer los dos templos erigidos a la gloria de Amón: el complejo de Karnak y el más modesto templo de Luxor… aunque siempre buscando, a veces con exceso de celo, hacer olvidar el prestigio de sus predecesores.


Luxor, capital egipcia del turismo
La decadencia de la civilización de los faraones y su posterior desaparición repercutieron gravemente sobre Luxor. Los monumentos, antes reservados a los altos dignatarios y a los sacerdotes que servían a los todopoderosos dioses, adorados y temidos, cobijan ahora pequeñas casas de ladrillo, comunes y corrientes. Porque sólo los altos y gruesos muros de los templos ofrecían una protección eficaz contra los bandidos de la época.En los primeros siglos de la era cristiana, los seguidores de la nueva fe construyeron sus iglesias en los recintos sagrados de los egipcios de la época faraónica, como los templos de Luxor y Karnak, donde aún son visibles las cruces grabadas sobre la piedra. Luxor no representó ningún interés para los ejércitos árabes venidos a difundir el Islam. Los líderes musulmanes fundan El Cairo, y la magnificencia de la civilización islámica se desarrolla cientos de kilómetros al norte de la antigua capital.


Cuando los europeos redescubren la civilización faraónica, cuyos primeros trofeos llegaron en las maletas de la expedición guerrera de Napoleón a finales del siglo XVIII, Luxor duerme aún. Los dibujos y las acuarelas de la época lo demuestran. Los templos están cubiertos de arena, los rebaños de animales domésticos se pasean entre las columnas de las cuales sólo sobresalen del suelo los capiteles. Pero la moda egipcia y el orientalismo se adueñan de Europa. La Descripción de Egipto, escrito por los letrados que acompañaban al ejército de Napoleón, es una clara muestra de ello. Las exposiciones de obras antiguas, de joyas, de momias, son muy frecuentes. Y a partir de mediados del siglo XIX, Luxor se afirma como destino turístico, aunque en aquella época, por supuesto, reservado a un puñado de visitantes adinerados.


Luxor posee un encanto indiscutible. Por todos lados, ya sea en los pasillos y jardines de los palacios, o sobre la fachada de un edificio del siglo XIX con balcones voladizos, flota un perfume caduco, el de la época de los colonos ingleses y de los monarcas egipcios, de las ricas damas inglesas, de los beys y los pachás. Al caer el sol, el templo de Luxor, muy cercano al más grande y turístico de los zocos, parece aislarse del mundo de los vivos. Sus columnas, sus estatuas colosales, sus bovedillas, recobran su calma, indiferentes a las carretas que pasan por allí. Mientras tanto, del otro lado del Nilo, el poblado de Gurna, sobre la falda de la montaña, se adormece dulcemente bajo unas estrellas más brillantes que nunca.


Ciudad en mutación
Desde hace casi medio siglo, las autoridades egipcias intentan reservar la orilla occidental de Luxor –y en particular la montaña de Gurna– exclusivamente para los turistas. Se trata, según afirman, de proteger los emplazamientos antiguos, principalmente las tumbas del Valle de los Nobles, y de ofrecer unas condiciones de vida digna a sus habitantes. Quienes habitan en el flanco de la montaña no tienen acceso al agua potable, ya que las canalizaciones podrían arruinar las tumbas. Es por ello que notará el incesante ir y venir de los burros, cargados con aljibes de buen tamaño, descendiendo la montaña y remontando con dificultad los escarpados caminos. Ha habido ya diversos intentos de reestructuración del lugar, uno de los cuales dio origen al «Nuevo Gurna», situado entre el Nilo y el viejo Gurna y diseñado por el arquitecto egipcio Hassan Fathy. Otra nueva aldea se encuentra al norte de la acrópolis tebana, al borde del desierto. Cada vez se repite el mismo escenario: las viviendas tradicionales son censadas y estudiadas, al igual que las condiciones de vida, las necesidades y las demandas de las familias. Se establecen los planos de una nueva aldea a cierta distancia del viejo Gurna… y un cierto número de familias se niega a mudarse. Porque las casas son demasiado pequeñas. O porque consideran que las compensaciones ofrecidas por la pérdida de su ubicación excepcional son insuficientes. Un nuevo proyecto de este tipo ha visto la luz en el 2006. Intenta evacuar a los habitantes del flanco de la montaña (Valle de los Nobles y cercanías del templo de Hatshepsut), pero también a quienes viven en la parte agrícola de la necrópolis tebana, por ejemplo en los caseríos de los alrededores del templo de Medinet Habu.
Luxor no deja de sorprendernos, da fe de ello el reciente descubrimiento espectacular, donde los colosos de Memnón, de una quincena de estatuas, especialmente de una estatua gigante (3,62 m de altura) de la esposa de Amenofis III, la reina Tiya,. Sin olvidar la momia de Tutankamon del Valle de los Reyes, la única momia egipcia conservada in situ, que ha sido expuesta en una vitrina de plexiglás, ofreciendo así a la mirada del público, por vez primera el rostro del Faraón niño.

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